Al respecto de experiencias de consumo y producción vinculadas a las nuevas tecnologías, recuerdo que, en cierta ocasión, recibí de regalo un celular (el primero que tuve) que guardé durante bastante tiempo. Tengo en mi casa el tradicional teléfono fijo y me resistía a sumar la nueva herramienta a mi vida cotidiana. El tiempo pasó, y llegó un momento en que tuve que activarlo, pues la mayoría de las personas con las cuales me relacionaba ya habían abandonado el viejo sistema, y sólo se manejaban con telefonía celular.
De la misma manera, la primera cuenta de correo electrónico de la que dispuse (y que todavía uso) me la activó un amigo, pues yo no vislumbraba aún la utilidad de tenerla.
Hoy por hoy, finalmente instalé una computadora personal en mi casa (aunque hace sólo dos años que la compré, usada, a otro amigo) y consumo mucho contenido vía web. Desde siempre escucho radio y vivo en un lugar de Bariloche un poco alejado, al cual no llegan claramente todas las señales. La posibilidad de acceder a distintas emisoras a través de la red es fantástica, y, prácticamente ya casi no escucho radio si no es a través de la computadora.
Una de las características que me parecen más interesantes de esta nueva manera de consumir bienes culturales es la posibilidad de disponer del material en el momento que uno lo requiera. Hasta no hace mucho tiempo, la única forma era dejar el programa grabando en la videocassetera...
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